Canto I

Soy vientre emplumado y muslos dispuestos para la caza. Soy garras poderosas y no delicados pies. Soy fuertes y amplias alas, no frágiles brazos... Mi ombligo, sin embargo, es evidencia de mi vínculo contigo. Mis pechos, como los de tu madre, también nutrieron la vida; se hincharon y deshincharon al compás de tu lengua. Y mi rostro… Mi rostro es el de la bruja que atormentó tu masculina infancia.

No temo a la libertad de mis gruesos y enmarañados cabellos porque su dureza es el escudo de mis ideas. La fetidez que atribuyes a mi aliento no se debe a la podredumbre de mis dientes sino a la incomodidad que te generan mis verdades. Y si no llevo ropa y mi cuerpo no huele a caros perfumes, es porque soy capaz de aceptar la naturaleza de lo que soy.

Si me crees tan sucia, aléjate de mis infecciosas garras, no acaricies mis muslos ni desees mi emplumado vientre. Si mis gritos te son tan desagradables, arrópate con el sutil lenguaje del engaño, con el dulce susurro de tus falsos dioses. Pero ten cuidado…

Mi voz podría colarse entre tus sueños bajo melodiosa apariencia. Mi magia lograría hechizarte y doblegar tus oídos, atraerte fácilmente hasta la sucia cueva que tanto temes. Entonces yo gozaría de envolverte entre mis ruinas y tesoros, compartir tus carnes con mis pares y devorar tu alma para siempre maldita entre mis fauces.

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